Constanza Jáuregui es estudiante del 7mo ciclo de Derecho en la Universidad de Cuenca y es la presidenta de Las Hijas de Pandora, un colectivo feminista de izquierda que se dedica a brindar acompañamiento a victimas de violencia de género.
La organización nació en agosto de 2020 a raíz de la pandemia. Durante el confinamiento, los índices de violencia doméstica y digital se dispararon y eso la obligó a pensar en sus propios dolores y en su propia vivencia de abuso. El colectivo nació cuando Constanza se atrevió a denunciar a un agresor que la violentaba desde los 14 años y que había vuelto a ponerse en contacto con ella durante el confinamiento, fue entonces cuando decidió compartir su testimonio a través de las redes sociales.
“Decidí hacerlo en instagram, públicamente, porque estaba harta, pero nunca fue planeado, fue un impulso, de hecho me arrepentí y borré el video pero lo volví a publicar”.
A raíz del video, más mujeres empezaron a replicar y contar su historia, poniendo al descubierto a sus agresores. Su testimonio no era el único, recibió más de 500 testimonios.
María Isabel Cordero, directora de SENDAS, contactó con ella para brindarle su apoyo y le contó que su sobrina también fue denunciante, pero que ella no tenía idea de que eso estaba pasando con un miembro de su familia.
“Los agresores y sus familias empezaron a escribirles a las denunciantes con carácter intimidatorio”.
La violencia afecta la salud mental de las mujeres. Las Naciones Unidas presentaron un estudio en el que señalan que entre las consecuencias de la violencia se cuentan la depresión, los trastornos por estrés postraumático, los trastornos límite de la personalidad, la ansiedad, el abuso de sustancias, los trastornos del sueño, los de alimentación y el suicidio.
“Con la Chabe nos pusimos de acuerdo para hablar con abogadas, psicólogas, trabajadoras sociales feministas para que puedan ayudarnos en todo lo que vivimos y sentimos antes, durante y después de la denuncia”
Junto con su madre y hermanas, Constanza creó un formulario en Google Forms para recoger denuncias. Al ver que tantas mujeres estaban comprometidas con esta iniciativa crearon un grupo de Whatsapp que se llamó La Caja de Pandora, debido a que con esta denominación empezaron a titular las noticias que hablaban sobre los casos de denuncia.
De los 500 testimonios que recibieron, el 68,7%, eran de menores de edad que habían vivido agresión sexual durante el año 2020. El formulario llegó a muchas partes del país como Quito, Loja, Cañar, Machala, Morona Santiago, etc.
“Nos dimos cuenta lo importante que es tener localizada y formada una red de abogadas y psicólogas feminista. Fue así como consolidamos Las Hijas de Pandora, como una organización feminista que surgió para atender esas emergencias en ese momento”.
En ese contexto conoció a Gabi Rubio, Tati Rubio, Lisa Cisneros, Carla Ulloa, Pauli y Vero Serrano y Dani Vásquez. Ellas empezaron a crear un protocolo acerca de cómo se debe atender a mujeres que han experimentado violencia. Hasta el día de hoy las tres primeras sesiones con la psicóloga de la organización son gratis.
Cuando Las Hijas de Pandora empezaron, no tenían nada, las grandes organizaciones tampoco las respaldan, pero lograron construir una red de apoyo a nivel de la provincia del Azuay con 19 abogadas y 32 psicólogas. La red crece y disminuye con el tiempo en base a la disponibilidad de las profesionales.
“En medio de todo lo doloroso y lo violento que fue la ciudad con nosotras, porque vivimos mucha violencia, logramos sacar una red que es fuerte y que fue necesaria. Cuando empezamos, recibimos como 50 mails diarios solicitando ayuda, atención psicológica o abogadas, ahora, nos llegan dos o cuatro casos por semana a los que les brindamos mucha atención”.
La organización ha sido parte de varios proyectos para prevenir la violencia, han trabajado con ONU Mujeres, con la Unión Europea sobre Movilidad Consciente, sintetizaron información sobre casas de acogida, direcciones de fiscalía, organizaciones que pueden brindar apoyo psicológico y legal. Ganaron fondos de ONU Mujeres para crear una cartografía crítica denominada Del punto a la Red, junto con psicólogas, abogadas y arquitectas para señalar los puntos más seguros e inseguros de la ciudad. El manual está disponible en el repositorio de la Universidad de Cuenca. (Consultar archivo)
“Hicimos un proyecto desde la comunicación y educación popular en las provincias de Azuay, Cañar y Morona Santiago, que pertenecen a la zona 6, zona donde más índice de violencia y embarazo adolescente había hasta 2021, momento en que planificamos el proyecto”
Trabajaron en desmitificar la menstruación, hablaron abiertamente de sexualidad en comunidades indígenas, lograron llegar a un público que antes no habían conocido. El proyecto estaba dirigido solo a mujeres, pero cuando vieron a tantos hombres jóvenes interesados en aprender y entender, fue maravilloso para ellas quienes también comprendieron que en las comunidades es con todos o con nadie. El último año lo dedicaron a la educación sexual integral y popular.
“Todas nosotras nos identificamos con la izquierda, la organización nació de la suma de voluntades y apoyo, pero nos dimos cuenta como la clase y la etnia nos atravesaba. Que yo haya sido la que fundó la organización y que sea muy pública con mi posición política implicó que se desprestigie a la organización, cuando hablé con mis compañeras, dijeron: todas somos de izquierda”.
Las Hijas de Pandora son feministas de los movimientos populares, si deben coordinar con organizaciones feministas que no tienen su posición política lo hacen, pero no ignoran que los gobiernos disminuyen recursos para los programas de género.
“El gobierno de Lasso quiso acercarse a nosotras y hacer cosas juntos, pero no aceptamos porque fueron los mismos que desfinanciaron el sistema público de salud y las casas de acogida. Supuestamente quieren hacer algo por nuestro género pero nos violentan por nuestra clase social, las medidas económicas dificultan mucho nuestro trabajo”.
Apoyan los paros nacionales indígenas, su posicionamiento es en contra de Daniel Noboa y Guillermo Lasso, pero eso les ha costado mucho.
Con base a su experiencia en educación popular, reflexiona que no se debe imponer formas de pensar a las personas, cuando empezaron a grafitear el puente, ni siquiera sabían cuáles de sus compañeras estaba siendo parte de eso, fueron distintas personas, en distintos momentos.
“Los cuencanos son gente que cuida mucho su ciudad, muy de apariencias, la cuestión del puente les parecía terrible, pero yo creo que cuando la gente entiende, cuando hay un comunicado, un manifiesto que le permite a la gente comprender el por qué de las acciones, empiezan a empatizar mucho más”.
Los medios de comunicación tambien juegan un rol clave en cómo la gente percibe la lucha feminista y ellas, como voceras, también juegan un rol clave al hablar mediante sus redes sociales sobre cuál es el significado actual del puente.
“Hay mucha gente que no es mala, no nos odian sino que no nos entienden y también es un privilegio lograr entender el feminismo porque es teoría e historia. Así lo vivas, no entiendes el porqué de muchas cosas, la información es un privilegio”.
Para apoyar esta posición recordó el caso de Abigail Supliguicha, menciona que durante los tres días que estuvieron en el puente no recibieron insultos ni groserías como lo hubieran recibido un 8 de marzo o un 28 de septiembre, Día Internacional por los Derechos Sexuales y Reproductivos, porque esa lucha tenía rostro y una historia que todos conocían.
El caso de Abigail fue un golpe de realidad en la ciudad. Constanza, al igual que muchas otras compañeras feministas, critica que su movimiento no está disputando el inconsciente colectivo, no les ha interesado comunicar e informar a la gente que no está en su misma línea qué son y por qué luchan. Hablar con la gente es algo que falta.
“El feminismo liberal ha ganado la batalla de que la gente se eduque sola, cuando eso es un privilegio. Debemos democratizar esta información. Hay compañeras que discrepan con esta idea pero yo creo que un buen sector debería educar e informar”.
Ella piensa que dentro del movimiento se debe considerar a vendedoras ambulantes, mujeres que venden sus productos fuera de las universidades, profesoras, mamás y trabajadoras sexuales porque no pueden ir a las marchas, entonces deben planificar otras formas de acercamiento.
“Si llamas a que se reúnan un lunes a las 10h00 para un círculo de lectura feminista, es muy difícil que la gente vaya porque no hay tiempo, dinero, etc. Lo que hemos hecho en La Poderosa, es hablar de feminismo con las vecinas mediante la venta de comida o bordamos pañuelos y desde ese espacio hablamos del por qué de la lucha y los colores. Hay mucha oposición a esas ideas, pero termina siendo un debate rico que permite entendernos. El movimiento feminista no está aislado del movimiento popular, sindicalista”.
Cada vez que pasa por el puente siente dolor, por eso cree importante resignificar el espacio. El puente puede ser un lugar de rabia y angustia, pero también es un espacio de alivio y contención.
“Una se siente poderosa y vulnerable, el día que estuvimos por Abigail estuve sola, pero sentí la contención de otras mujeres y entonces comienzo a percibir un poder popular, estudiantil, feminista y es un poder muy distinto al que tienen las instituciones. Es una rabia muy digna”.