«Yo ya no tenía ningún trastorno ni nada, solo era una chica trans», afirma Emily con firmeza mientras comienza a narrar su historia. Su voz resuena con la seguridad de quien ha encontrado su verdad, aunque el camino hasta allí fue todo menos sencillo.
Desde una infancia marcada por la violencia intrafamiliar, Emily se sumerge en recuerdos turbios de un hogar donde la agresión era constante. «Vivía con violencia intrafamiliar, viendo la violencia de parte de mi padre a mi madre», recuerda.
Su infancia, lejos de ser idílica, estuvo llena de violencia y presión. A pesar de ello, Emily emerge de ese oscuro periodo con una fortaleza que define su trayectoria. «A través del tiempo me di cuenta que eso no, a pesar de que sí me hace daño, pues no me marca», reflexiona con una mirada firme pero con un toque de tristeza.
A los ocho o nueve años, Emily empieza a descubrir su identidad de género. Desde temprana edad, se da cuenta de que su camino no seguirá las convenciones tradicionales. «Las primeras veces que comencé a intentar interactuar con los niños de mi curso, no quería jugar ni a relacionarme con chicos», comparte. Las primeras interacciones sociales revelan una disonancia entre su identidad y las expectativas impuestas por la sociedad.
La adolescencia de Emily fue una época de búsqueda, marcada por la escasez de información sobre la identidad trans. A los 12 años, internet le proporcionó un primer vistazo, aunque estigmatizado, de su propia realidad. «Busqué ayuda psicológica, pero no fue muy útil. Nadie sabía cómo manejar el tema», comenta Emily.
Las búsquedas en internet revelaron una realidad que no encajaba con la percepción de su entorno. En una sociedad que aún etiquetaba la identidad trans como una patología, su travesía inicial fue marcada por la soledad y la falta de orientación.
El momento crucial de revelar su verdadera identidad a sus padres se materializa después de una intensa búsqueda de respuestas. «Habla con tus padres para que te lleven a ayuda psicológica», le aconseja la red. Emily decide seguir ese consejo y enfrentar a sus progenitores. La reacción, sin embargo, está lejos de ser la esperada.
«Mi padre se enojó demasiado, estaba acostado, se enojó bastante», relata Emily. Su madre, por otro lado, se sumerge en el desconcierto y la tristeza. La lucha de Emily por su identidad se encuentra con resistencia en su propio hogar, y el chantaje emocional se convierte en una herramienta para intentar detener su proceso de transición.
A pesar de la adversidad, Emily encuentra un rayo de esperanza en la figura de Liz, su tutora y guía. «En ese momento, cuando literalmente ya estaba en las últimas, apareció una página de Facebook llamada Madres de hijos LGBT», recuerda. Liz se convierte en un faro de apoyo, brindándole orientación y conectándola con recursos que la ayudarán a dar los primeros pasos en su transición.
Con el apoyo de Liz y otros activistas LGBTIQ+, Emily comienza a dar forma a su identidad. «Me apoyó muchísimo, incluso me ayudó con algo de ropa, me ayudó con consejos», comparte Emily sobre la influencia positiva de su tutora. La red de apoyo que se va tejiendo a su alrededor se convierte en un refugio donde, por fin, encuentra comprensión y una chispa de esperanza.
La transición, sin embargo, se ve afectada por la resistencia de sus padres. «Lo único que me frenó fueron mis padres. La sociedad puede pensar lo que sea y sí, me dolerá cuando me discriminen, pero al mismo tiempo es como que es mi felicidad», afirma Emily. Y, aunque la discriminación y el rechazo se presentaban como sombras amenazadoras, Emily se aferró a su determinación de ser fiel a sí misma.
En enero de 2022, Emily toma la decisión de pedir ayuda financiera a su madre para costear exámenes médicos y obtener la receta para comenzar su transición. A pesar de las dificultades económicas, logra iniciar su tratamiento.
Emily comparte con sus compañeros de clase su decisión de iniciar su transición de género, recibiendo apoyo y aliento. Con el respaldo emocional de su entorno, Emily inicia su transición tomando pastillas anticonceptivas, un tratamiento comúnmente utilizado por jóvenes bajo supervisión médica. Estos medicamentos, que tenían un costo de 15 dólares mensuales, marcaron el comienzo de su camino hacia la libertad. Además, Emily continuó con los supresores hormonales para facilitar la adaptación de su cuerpo a los cambios.
En medio de su transición, comenta sobre las ansiedades y desafíos comunes que experimentó. «Me desesperaba bastante por el hecho de que pensaba que no estaba teniendo cambios». Emily reconoce la complejidad de este proceso al destacar que las hormonas no solo moldean el cuerpo, sino que también despiertan emociones y sensaciones desconocidas al principio.
Pero, a medida que Emily avanza en su transición, los cambios se vuelven evidentes. «Comencé a ver como la grasa iba redistribuyendo, dolor en el pecho», relata sobre los primeros signos físicos de su transformación. Pero más allá de los cambios corporales, Emily experimenta una evolución psicológica profunda. «Cambié mi forma de ser, mi forma de abordar las cosas», comparte. La transición no solo fue física, también la llevó a descubrir aspectos desconocidos de su propia personalidad.
El apoyo de la comunidad LGBTIQ+ y de personas heterosexuales solidarias se convierte en un pilar fundamental para Emily. «Incluso fuera de la comunidad LGBTIQ+, las personas hetero, algunos compañeros de mi universidad tuvieron personas trans en sus familias, entonces ellos también sabían cómo hacer el acompañamiento social», destaca Emily. Las conexiones que va construyendo a lo largo de su viaje le brindan la fuerza necesaria para enfrentar la discriminación y los desafíos.
En cuanto al ámbito laboral, Emily se encuentra con obstáculos significativos. La discriminación y el estigma afectan sus posibilidades de empleo. «Es una lucha constante. Hay pocos lugares dispuestos a brindar oportunidades a personas trans. En mi caso, no he tenido suerte». Emily confirma que el proceso es complicado, ya que la visión estereotipada de la sociedad respecto a las personas trans afecta las oportunidades laborales.
Los datos proporcionados por la Fundación Elizabeth Blackwell revelan una realidad impactante. La cuestión de la cedulación, fundamental para cambiar su identidad legal, se convierte en otro desafío burocrático que enfrentan. Más del 95% de las personas en proceso de transición tienen problemas al momento de realizar el cambio en la cédula. Emily, con la frustración pintada en su rostro, corrobora el dato. «Comencé el cambio de mis datos hace ya tres semanas y aún no he avanzado nada», relata.
A pesar de estos desafíos, Emily mantiene su determinación y esperanza. «Siempre llegan personas a tu vida cuando tienen que llegar. A pesar de que una cree que se va a quedar sola, siempre llegan y, pues, ahorita hay más grupos de ayuda que vamos a estar para estas personas, ayudándoles con dinero o siquiera con alguna experiencia, saliendo, hablando del tema, siempre apoyándonos para que sepamos que no estamos solas y que de una u otra forma vamos a poder lograrlo», asegura Emily.