Escrito por: Kevin Machuca, 2024.
Domingo 10 de diciembre. Casi es mediodía, el cielo se divide entre azul y un gris melancólico matizado por unos destellos de sol. En la tierra, un puente blanco y violeta atrae las miradas. Cientos de nombres están pintados ahí. Cientos de nombres de mujeres que hoy ya no están. Cientos de nombres de mujeres, madres, hijas, amigas, compañeras… asesinadas. 1.230 para ser precisos.
Ahí están Melanie, Estefanía, Katherine, Xiomy, Olivia, Fernanda, Maribel, Tania… La lista sigue hasta llegar al último nombre que fue pintado. Con letras blancas y manos color rojo sangre, se lee: Abigail.
Abigail, 18 años, estudiante de la carrera de Educación Básica en la Universidad de Cuenca. Fue vista por última vez el 8 de octubre de 2023. Más de un mes después, la tarde del 16 de noviembre, un cuerpo en estado de descomposición fue encontrado en una quebrada en el sector de Ayancay, en Azogues.
— ¿Qué pasó con la chica?
— Le mataron, le mataron.
Pasa un hombre cabizbajo explicando brevemente a su esposa —con su hija en brazos— lo sucedido días antes.
Junto a todos los nombres, en una esquina superior hay una frase que completa la escena: “No sentir rabia es un privilegio”.
Rabia. Dolor. Indignación. Tristeza. Todas esas sensaciones llevaron a un grupo de mujeres a apropiarse de ese puente.
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Mucho antes de eso, a inicios de 1900, este memorial blanco y violeta que hoy conocemos era apenas una pequeña plataforma de madera, de no más de 3 metros de ancho, atravesada por vigas rectas del mismo material.
En 1917, tenía una cubierta sostenida por pilares de madera y era conocido como Puente Tarqui, según el libro “Los Puentes de Cuenca” de Raúl Zamora.
Hasta que a mediados del siglo, en 1940 el nombre “Mariano Moreno” se instala en la estructura.
Mariano Moreno. Gualaceño, ex gobernador del Azuay. Su nombre está ahí tras haberse ganado el respeto y consideración por su patriotismo y por ser un actor esencial en las construcciones de obras importantes para la ciudad como el Puente sobre el río Machágara -actual puente Bolívar-, Puente Monay y vías como la del Vado -avenida Loja- Todos Santos, etc.
Así consta en una placa de piedra ubicada en xxx (dónde está la placa)
Pero aunque esté inscrito en piedra, las cosas cambian. Los tiempos cambian. El puente Mariano Moreno conectaba al centro histórico de Cuenca con el antiguo Parque del Ejército -así llamaban en sus inicios al Parque de la Madre-.
Hoy, el puente Vivas nos Queremos conecta al centro de Cuenca con un parque de nombre más amigable. Y la razón por la que los nombres de más de mil mujeres han quedado grabados -con pintura- son también poderosas.
3 de noviembre de 2020
Era un día de fiesta, pero
Los cambios a veces traen resistencia. La resistencia constante contra autoridades como el en ese entonces concejal, Cristian Zamora, sancionaba la búsqueda de esa justicia por muchas que ya no están.
— Identificar a vándalos o proceder a detenerlos en flagrancia a través del sistema de monitoreo
Verónica Abad, actual vicepresidenta de la república, resistía, enfrentaba y obstruía estos ideales con un mitín político y la firma hacia el No aborto en Ecuador.
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— Aquí están las mujeres que violó el mangajo, creo que hay una canción de él.
— El mangajo, el mangajo, el mangaaajooo.
Suelta un hombre de apariencia robusta, con la mirada al frente y un tono de ironía. Está acompañado de dos personas. A su lado, en la parte superior de una de las paredes del puente, una frase:
“No sentir rabia es un privilegio”.
¿Rabia? ¿Enojo? ¿Impotencia? Todo eso es plasmado en las miles de voces que reclaman justicia por sus hermanas violentadas y asesinadas, como Maribel Pinto, que le quitaron la vida con 113 puñaladas. una madrugada del 3 de noviembre de 2020.
Es por eso y muchos casos más que días después -el puente- fue apropiado para ser un símbolo de lucha y empatía contra la violencia hacia las mujeres.
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El miércoles 20 de noviembre de 2020, la consigna “Vivas nos queremos” se apodera del puente Mariano Moreno.
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—¿Quieren que dejemos de manchar sus muros? Fácil: Dejen de matarnos
Ese mensaje – grabado con pintura negra- apareció un día en el puente. Un puente aún gris, a tono con las nubes de esa triste tarde del viernes 6 de noviembre de 2020. Además, velas, flores y cartulinas lilas. Una especie de homenaje a las muertas. No muertas, asesinadas. Eso: mujeres violentadas y asesinadas.
Así inició la transformación de este lugar como un espacio de reflexión y memoria cuando, tres días antes, Maribel Pinto, activista y confundadora del movimiento afro de la provincia del Azuay, fue asesinada por 113 puñaladas, manchando de rojo la historia de la ciudad.
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—Asesiné a una man.
Confesó el mecánico de 25 años a los policías.
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Cuatro paredes, la soledad que se refleja desde una habitación con cortinas oscuras, apenas un rayo de luz de un poste ubicado afuera de la construcción, dentro de la pequeña oficina, un estante con muchos discos de colección de varias bandas de rock adorna de color las paredes color negro mate. Botellas y más botellas, cerveza, ron, vodka y fernet, al lado de ellas, una biblia cerrada y llena de polvo. Varios libros en pila que parecen no haber sido tocados en mucho tiempo. Un computador sostenido por un escritorio de madera ya desgastado, con rayones y fotos familiares pegadas en su base, es el principal protagonista, porque, dentro de su pantalla, se ve y se escuchan los relatos de una mujer, sentada mirando atentamente a la pantalla, con sus lentes redondos y vestimenta negra cual su corta cabellera. Liz Zhingri: mujer, activista y un símbolo de la causa feminista en Cuenca.
—El puente no es por el puente, puede ser una calle o las escalinatas, no es tanto el puente si no el significado que se ha construido alrededor del mismo, la importancia es el significado y el simbolismo que nosotros le hemos dado. Porque nos lo hemos apropiado en tal sentido que ahora cualquier persona que pasa por ahí no puede pasar inmune a los nombres que están en ese puente, no puedes pasar al margen.
Liz dice que, en la activación del puente durante el 25 de noviembre de 2020 en la noche, recuerda un momento especial.
—A las 7 de la noche con mis compañeras, después de todo el día de activación, de juntar a las compañeras, de hacer el rezo, de hacer registros. Estábamos sentadas en el piso, las velas aún estaban prendidas, nos abrazamos y nos pusimos a llorar.
Con la voz temblorosa y los ojos apañados.
—Es muy fuerte para nosotras tener aún a día de hoy que necesitamos una vida libre pero también de gratitud al saber que no estamos solas en esa lucha.
La tarde siguiente, en esa misma habitación, el nombre de Abigail es mencionado por su madre, Carol, su voz, trae paz, pero al mismo tiempo la tristeza y ansiedad la hace tomar pastillas para sentirse calmada después de que, días antes, le entregaran el cuerpo de su hija y, aún así, sigue sin creer que es su hija la que está en el ataúd.
—Lo que ahorita más, más, más deseo es conocer los resultados y yo no quisiera que cierren el caso hasta yo no saber si es o no es ella. Hay muchas preguntas que nadie me las puede responder.
Para recordar a quienes sus nombres están pintados con dolor, en la mitad del puente, se observa una placa de color blanco, un poco sucia por el polvo, las manchas de los restos de grafitis que han querido profanar el mensaje:
— La Ciudad de Cuenca, en memoria de las mujeres cuyas vidas fueron truncadas por la violencia feminicida.
— Les honramos con el compromiso de trabajar por una ciudad libre de todas las violencias, respetuosa de los derechos humanos.
—¡Vivas las queremos!
— Cuenca, noviembre 25 de 2020.